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El poder creativo del sonido

Ciertos avances y estudios científicos recientes indican lo que los sabios conocían miles de años atrás: el sonido guarda la clave de los misterios del universo. El sonido puede crear y cambiar la materia. Y puede ocasionar cambios espirituales y materiales en nuestras vidas.

Sabemos que el sonido puede ser una espectacular fuerza de destrucción. Una nota muy aguda puede hacer añicos una copa de cristal, un estampido supersónico puede agrietar una pared de yeso, un disparo puede provocar una avalancha. No obstante, el sonido también es una fuerza constructiva, como los médicos y los especialistas en salud están descubriendo cada día. El ultrasonido -sonido de muy alta frecuencia- se está usando desde para desinfectar heridas, hasta para diagnosticar tumores o pulverizar cálculos en el riñón.

Actualmente los científicos están investigando los efectos del sonido en el cerebro. Piezas de música clásica de compositores como Bach, Mozart y Beethoven, tienen una serie de efectos positivos, entre ellos el aumento del coeficiente de inteligencia y de la memoria, así como la aceleración en el aprendizaje. Algunos especialistas en medicinas alternativas están experimentando con el uso de tonos específicos para la curación de órganos.

Un grupo de monjes benedictinos descubrieron un beneficio inesperado del uso del sonido al entonar cantos gregorianos: al parecer sus cantos energizaban sus cuerpos.

Durante cientos de años, los monjes benedictinos habían mantenido un riguroso horario, solo dormían unas pocas horas cada noche y cantaban entre seis y ocho horas al día. Cuando un nuevo abad cambio el horario y redujo las horas de canto, los monjes estaban cansados y letárgicos. Cuanto más dormían, más cansados parecían estar.

En 1967, se le pidió a Alfred Tomatis, un físico francés, psicólogo y especialista en el oído, que averiguara lo que les pasaba. Encontró que los monjes en realidad habían cantado para «recargarse». Se reintrodujo el canto, junto con un programa de audiciones de sonidos estimulantes, y en poco tiempo los monjes recuperaron la energía para volver a su horario normal.

Los místicos hindúes y budistas creen que los mantras pueden liberar fuerzas que pueden crear o destruir. No obstante, su principal objetivo no era producir cambios físicos. Creían que los mantras les daban protección y sabiduría, aumentaban su capacidad, de concentración y meditación, y les ayudaban a lograr la iluminación y la unidad con Dios.

Algunas de las mejores lecciones sobre el efecto transformador del sonido y de la ciencia de la Palabra hablada se encuentran en la Biblia: Cuando el pueblo israelita «prorrumpió en gran clamor», el muro de Jericó se vino abajo. Al pronunciar Jesús una orden, los enfermos se curaban y los espíritus inmundos eran expulsados; y el hombre cojo de nacimiento camino por primera vez cuando Pedro le ordeno: «En el nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar”.

El sonido que puede transformar nuestros mundos espiritual y material no es cualquier sonido. Es la palabra de Dios. En los antiguos Vedas hindúes leemos: «En el principio era Brahman con quien estaba Vac, el Verbo, y el Verbo es Brahman”. De forma similar, el apóstol Juan escribió: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Y el génesis nos dice que cuando Dios pronuncia las palabras, «Haya luz», el proceso de la creación comienza.

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