Puedes considerar un decreto como una carta dirigida a Dios. Generalmente se compone de tres partes: el preámbulo, el decreto y el cierre.
1. El preámbulo: El preámbulo es parecido a un saludo al comienzo de una carta. En él nos dirigimos a los maestros de luz y a las huestes angelicales, y les pedimos ayuda. Les damos la autoridad de asumir el mando de cualquier persona, lugar, condición o circunstancia.
El preámbulo de un decreto es una apelación que dirige a los maestros de luz divina y a las huestes angelicales a responderte, siempre y cuando lo hagas con amor y tu petición este de acuerdo con la voluntad y la ley de Dios. Los maestros no podrían negarse a responder estos llamamientos de la misma forma que los bomberos de tu ciudad no lo hacen cuando les llamas en una situación de emergencia.
El privilegio de dirigir las energías de Dios en un decreto le corresponde a nuestro Ser Superior, la parte de nosotros que procede de Dios. El ser inferior, imperfecto e incompleto, no tiene esa autoridad.
Por eso normalmente empezamos nuestros decretos diciendo: «En el nombre de la Amada Poderosa y Victoriosa Presencia de Dios Yo Soy en mí, y de mi Santo Ser Crístico…». Al hacerlo así, estamos reconociendo que somos los instrumentos de Dios en la Tierra y que estamos solicitando solo aquello que sea la voluntad de Dios.
Los preámbulos son opcionales. A veces es preferible hacer solamente la parte principal del decreto. Especialmente en el caso de los mantras, afirmaciones y ordenes breves, llamados fiats.
2. El decreto mismo: La parte principal del decreto o el decreto mismo es la afirmación de tus deseos, aquello que estas pidiendo que se manifieste en ti o en otros. El decreto generalmente está compuesto por palabras que los maestros de luz han dictado a sus mensajeros, y esa es una de las razones por la cual los decretos son tan eficaces. Cuando recitas las palabras concretas de los santos ascendidos y de los adeptos de Oriente y Occidente que están unidos a Dios, tienes un acceso directo a su luz, energía y conciencia para realizar el bien. Ejemplo «… Ordeno al fuego del amor divino que me envuelva y me llene de paz infinita»
3. El cierre: En el cierre, sellas el decreto en el corazón de Dios para ponerlo a Su disposición. Tú has propuesto; ahora Dios dispone. También aceptas que Dios va a responder a tus peticiones. Si no aceptas consciente mente la respuesta a tu decreto, la luz de Dios que has invocado puede quedarse en el reino del Espíritu en vez de manifestarse físicamente. Ejemplo «… Yo decerto esto hecho en el mas santo nombre de Dios YO SOY, gracias Padre porque así es».