Muy seguramente en algún momento de tu vida te sucedió algo inesperado que te produjo preocupación, posiblemente notaste que al darle mucha importancia, de pronto tu mente se enfocaba únicamente en esa situación, ya sea la falta de trabajo, un relación infructuosa, una enfermedad, etc. Y muy probablemente el estar pensando en esa situación preocupante te llevó a transmitirla verbalmente otras personas ya sea para descargar tu energía o para encontrar una solución; tal vez cada noche antes de dormir pensabas en tu situación, puede que incluso la hayas traído a tu mente mientras realizabas tus actividades cotidianas.
Allí pudiste comprobar el enorme poder que tiene tu atención, no obstante, en ese momento no tuviste el control para dirigirla apropiadamente y terminaste siendo víctima de tu propia creación o estado mental. Allí pudiste corroborar que entre más te enfocabas en esa situación, más grande se hacía. Entre más importancia le dabas con tus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, más poder le dabas para que se hiciera más grande y terminara con la poca paciencia que te quedaba.
Esto sucede porque nuestra atención es una de las fuerzas más poderosas que existen en el universo. La atención concentrada permite que “aquello en lo que te enfoques tienda a expandirse”, lo que equivale a decir: “aquello en lo que te enfocas crea una nueva red neuronal que va creciendo hasta que su acción se desenvuelve de manera automática”. Nuestro cerebro está programado para responder automáticamente a las programaciones que nosotros le hayamos impreso mediante nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y obras recurrentes, los cuales empiezan a manifestarse en nuestra vida cotidiana de manera automática, formando nuestros hábitos, comportamientos y por ende, nuestro estilo de vida y la forma de percibir la realidad.